Entre la espera larga y el Caribe

Una doctora cubana en un centro médico inaugurado por el viejito
Los consultorios en Chile son recintos que se caracterizan por largas esperas, los rostros enfermos y aburridos de los pacientes y una atención médica que deja bastante que desear. Sin embargo, existen casos atípicos que rompen con esta lógica que se ha hecho tristemente común en la tan mentada salud pública chilena.

Por: Mauricio Leandro y Christian Faure

Es medio día y una pequeña sala de urgencias cobija la espera de una treintena de personas que, dolores más dolores menos, cultivan una paciencia de oro ante la lentitud de la atención. Algunos aguardan viendo el matinal en el televisor alojado en un rincón de la sala. Otros miran alelados o pensativos algún punto fijo en el horizonte y algunas mujeres, cumpliendo en cierta medida el rol de madres, velan por el cese del llanto o juguetean con alguno de sus pequeños hijos.

Al entrar al salón de urgencia del consultorio, se encuentra de pasada un gran recordatorio hecho de piedra que dice: «Centro Asistencial de Ñuñoa. Construido por la I. Municipalidad de Ñuñoa, obra inaugurada el 03 de julio de 1989 por su excelencia el Presidente de la República Capitán General don: Augusto Pinochet Ugarte, siendo alcalde de la comuna de Ñuñoa don: Pedro Sabat Pietracaprina».

En el «hall«, se puede observar un espacio mucho más grande que la sala de urgencia y unas hileras de asientos de plástico, en donde algunas personas esperan su atención respectiva. Cuando de repente…, aparece la figura de una doctora que con su sola presencia muestra elementos atípicos a la regla general chilensis, de cómo debiera comportarse una profesional de su talla.

La doctora y el paciente agradecido

En medio del ajetreo de la posta, entre pacientes y doctores, se hallaba Karelia Irma Vigil, mulatísima doctora cubana que hace quince años radica en Chile y once trabaja como médico de familia en ese recinto clínico.

Irma, como es conocida, no es una persona de fácil entrada, lo primero: sus pacientes. Fue así, que entre la atención a José Valdez, paciente de 61 años, que nos dice: “No tengo tiempo para otra cosa, de aquí me voy a atender a otros pacientes en su casa”. Esto se debe a que en la posta Salvador Bustos, están implantando de alguna forma el sistema de “médicos de la familia” que se aplica en Cuba. A diferencia del país caribeño, allá los médicos de la familia son por cuadra. Según la doctora Irma, en Chile los médicos de esa posta tienen que atender a 30 mil pacientes de la zona.

La doctora Irma no pasa desapercibida. Ella es alta, negra, tiene unas trencitas bien particulares y además ese acento sabrosón del Caribe. Otro hecho, no menos resaltable, es que según el paciente José Valdez: “jamás en mi vida me habían atendido como la doctora lo ha hecho (…), si tuviera que calificarla le pondría un 10 como en Argentina y no un 7 como es acá, porque ella se merece la nota más alta”. José agrega que además de la atención, la preocupación de la doctora llega al punto de hacerle todos los trámites. Mientras él aguarda cómodamente en la oficina de Irma, ella recorre el recinto médico para encontrar solución a su caso.

A pesar de entregar varios datos, la doctora no para de ambular por la posta, de aquí para allá, contestando lo necesario. Ama Cuba, Chile es su segunda patria, un país que como dice: “a pesar de lo que se comenta de que si los chilenos son unos “pesaos”, a mí me han tratado muy bien. Me quieren, nunca he sufrido del racismo y por lo contrario, los pacientes me traen regalitos”, esto último lo dice, mientra señala un adorno muy llamativo traído por uno de sus pacientes desde La Habana.

Son casi las dos de la tarde y aún son varios los pacientes que cultivan el estoicismo. Sentados en sus asientos plásticos, no saben aún si serán curados o mínimamente atendidos, con ese rico sabor humano.

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